domingo, 7 de mayo de 2017

Domingo 7 de mayo

Domingo de la 4ª semana de Pascua A

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 10, 1‑10

En aquel tiempo, dijo Jesús:
—«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
—«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

“Yo soy la puerta”. A través de Cristo-puerta, el Dios invisible y omnipotente, se hace cercano y amoroso par ti. A través de Cristo-puerta nos encontramos con Dios.
            “Gracias, Jesús, por abrir nos la puerta que nos conduce a Dios”
            “Perdón, Jesús, a veces preferimos entrar por otras puertas”

Entrar por Cristo-puerta significa hacerse como él, adquirir sus modos de actuar, sus sentimientos, sus actitudes; es dejarse transformar por Cristo: cristificarse. San Pablo lo expresó así: “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).  ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Para ser pastor del hermano, hemos de entrar por la puerta (por Jesús), tenemos que amar con él, con generosidad, gratuitamente, con cercanía, estando dispuestos a entregar la vida. Pedimos al Señor por los que de una manera especial están llamados a ser pastores de los demás, por los gobernantes de todos los pueblos, por los Obispos y los sacerdotes, pastores del Pueblo de Dios.

La puerta de esta casa no entiende de candados,
llaves, pestillos, alarmas de seguridad,
miedos ancestrales o porteros actuales...

Esta puerta no entiende de portazos,
de esperas interminables,
de colas compradas,
de voces enlatadas
para que vuelva usted mañana.

La puerta de esta casa no entiende de fronteras,
ni de papeles que discriminan,
ni de órdenes judiciales que hollan su acogida,
ni de permisos de salida y ausencia,
ni de llenos que niegan más cabida.

Esta puerta entiende de colores, brisas y perfumes:
de rostros anhelantes que suplican y no piden,
de manos que sangran y se ensucian
arrancando a la niebla la oportunidad de vivir,
de ojos que miran y ven más allá de los disfraces,
de risas que hieren todas las oscuridades.

Esta puerta entiende de la urdimbre de los sueños,
de tapices siempre misericordiosos,
de serenos atentos y acogedores,
de riesgos compartidos,
de días trabajados y noches disfrutadas,
de promesas sembradas,
de cafés que se quedan fríos en diálogos cálidos,
y de bienvenidas a todas las horas.

La puerta de esta casa es puerta abierta:
acoge a quien se acerca,
venga como venga
y sea la hora que sea;
favorece las entradas y salidas,
no retiene a nadie
y protege a quien se queda.

No podría ser de otra forma,
pues la puerta de esta casa
está diseñada y creada por el Espíritu
en sus muchas noches de vela.
Lleva grabados sus surcos
Y funciona con su santo y seña.

¡Yo soy la puerta!,
grítalo por caminos y veredas,
en las plazas y en los corazones,
y rompe las fronteras.

Hoy, Señor, como casi todos los días,
es día de entrada,
de acogida
y compañía.

Florentino Ulibarri

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Alienta a los hermanos que llevan el cayado del pastor
para que no les falte el coraje
y la alegría de Jesús y sus seguidores;
para que puedan conducir al pueblo
a las aguas vivas de la convivencia y la reconciliación.

Anima a los que luchan por el reino,
vela por el que se desvía del camino
y devuelve la vida al que la entrega.

Aumenta en todos el deseo de comunión,
el mutuo respeto, la acogida y la fraternidad.

Da fuerza a las ovejas desvalidas de tu pueblo,
confianza a los desesperados,
decisión a los dubitativos
y amor a los que tienen odio.

Y déjanos aclamarte ahora como el Padre de Jesús,
que perdona las deudas e invita a perdonarlas.

Cipriano Díaz Marcos, sj

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.