jueves, 18 de mayo de 2017

Jueves 18 de mayo

Jueves de la 5ª semana de Pascua

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Juan 15,9-11

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud."

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Podemos imaginar con dificultades cómo ama un padre o una madre a su hijo. Pero no podemos si quiera sospechar cómo ama Dios Padre a Jesús, su Hijo. Con este amor infinito nos ama Jesús. Y la aventura más preciosa que podemos emprender es dejarnos amar, acercarnos al fuego del Amor, sentir cada día con más intensidad la fuerza y la ternura de ese Amor.
            “Gracias Señor por amarnos así, sin medida ninguna”
            “Haznos sentir tu amor, Señor”
            “Perdona y cura la dureza del corazón que no se deja amar”

Para permanecer en el Amor de Dios, hemos de acoger y guardar en el corazón su palabra, sus mandatos...

Callar las radios,
callar los ordenadores,
callar los móviles y las teles.

Callar los micrófonos,
callar los relojes,
callar las máquinas y sus vibraciones.

Callar los ruidos,
callar las palabras,
callar los gestos y las reuniones..

Cerrar las puertas,
cerrar las ventanas,
cerrar todas las brechas y entradas.

Callar las huidas,
callar las hambres,
callar las argucias y los viajes.

Callar los discursos,
callar las explicaciones,
callar los sueños y las pasiones.

Callar los sentidos,
callar los pensamientos,
callar las noticias y los argumentos.

Cerrar las puertas,
cerrar las ventanas,
cerrar las almenas y las murallas.

Callar imágenes,
callar inquietudes,
callar ideas y tareas.

Callar los recuerdos,
callar las tensiones,
callar miedos y preocupaciones.

Callar apetencias,
callar compromisos,
callar urgencias e imprevistos.

Cerrar las puertas,
cerrar las ventanas,
cerrar los visillos y las persianas.

Callar las dudas,
callar las curiosidades,
callar las insidiosas necesidades.

Abrir el corazón,
abrir las entrañas,
abrir nuestro ser y casa.

Y escuchar tu voz de amor
que nos hace hijas e hijos
y resuena en toda la creación.

Florentino Ulibarri

En la senda de los mandamientos, llamada también del amor, nos tropezaremos con una buena compañera de camino: la alegría, la Alegría plena, la Alegría de Dios.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Rezamos con ideas del Papa FRANCISCO en Evangelii Gaudium:

Señor, Tú nos has creado para que seamos felices; has querido contagiarnos tu misma alegría, a todas las personas, sin excluir a nadie. para que nuestra alegría crezca cada día. Gracias, Jesús.
No dejes que seamos seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es tu deseo para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.

No permitas que mi vida se ahogue en el egoísmo. Ayúdame a dejar espacio en mi corazón a los demás. Ábreme los oídos para escuchar tu voz, esa voz que me recuerda que me amas con locura, para que así crezca la dulce alegría de sentirme amado, y en mi vida palpite el entusiasmo por hacer el bien.

Concédenos la gracia de experimentar la alegría de los que no ponen condiciones para estar alegres; de los pobres que comparten lo poco que tienen; de las personas, que aún en medio de grandes compromisos, han sabido conservar un corazón confiado, desprendido y sencillo; de los creyentes que cada día se dejan alcanzar y alegrar por tu amor.

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Concédenos, Señor, tu alegría insobornable.
La diversión tiene precio y propaganda
y sus mercaderes son expertos.
Se alquila la evasión fugaz
con sus rutas exóticas y vanas.
Se bebe el gozo con tarjetas de crédito
y se estruja como un vaso desechable.
Pero tu alegría no tiene precio,
ni podemos seducirla.
Es un don para ser acogido y regalado.

Concédenos, Señor, tu alegría sorprendente.
Más unida al perdón recibido
que a la perfección farisaica de las leyes.
Encontrada en la persecución por el reino,
más que en el aplauso de los jefes.
Crece al compartir lo mío con los otros,
y se muere al acumular lo de los otros como mío.
Se ahonda al servir a los criados de la historia,
más que al ser servidos como maestros y señores.
Se multiplica al bajar con Jesús al abismo humano,
se diluye al trepar sobre cuerpos despojados.
Se renueva al apostar por el futuro inédito,
se agota al acaparar las cosechas del pasado.
Tu alegría es humilde y paciente
y camina de la mano de los pobres.

Concédenos, Señor, la “perfecta alegría”.
La que mana como una resurrección fresca
entre escombros de proyectos fracasados.
La que no logran desalojar de los pobres
ni la cárcel de los sistemas sociales
ni los edictos arbitrarios de los amos.
La decepción más honda y golpeada
no puede blindarnos para siempre
contra su iniciativa inagotable.
Tu alegría es perseguida y golpeada,
pero es inmortal desde tu Pascua.

Concédenos, Señor, la sencilla alegría.
La que es hermana de las cosas pequeñas,
de los encuentros cotidianos
y de las rutinas necesarias.
La que se mueve libre entre los grandes,
sin uniforme ni gestos entrenados,
como brisa sin amo ni codicia.
Tu alegría es confiada y veraz,
ve la más pequeña criatura amada por ti,
con un puesto en tu corazón y en tu proyecto.

Benjamín González Buelta, sj

4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.