sábado, 13 de enero de 2018

Sábado 13 de enero

Sábado de la 1ª semana del t.o.

1. Abro el corazón a Dios.
Puede servir la repetición de alguna oración breve:
     "Gracias Señor porque estás siempre a mi lado",
     "Ayúdame a sentir tu cercanía",
     "Quiero estar contigo, Jesús".

2. Lectura del Evangelio. Escucho.
San Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él y les enseñaba.
Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: Sígueme.
Se levantó y lo siguió.
Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de recaudadores y otra gente de mala fama se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Algunos letrados fariseos, al ver que comía con recaudadores y otra gente de mala fama, les dijeron a los discípulos: ¡De modo que come con recaudadores y pecadores! Jesús lo oyó y les dijo: No necesitan médico los sanos, sino los enfermos.
No he venido a llamar justos, sino pecadores

3. Reflexiono y rezo. Respondo. 
¿Qué me quieres decir, Señor? ¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

De nuevo Jesús se acerca a nuestra vida y nos dice «sígueme». Hasta el endemoniado de Cafarnaún se preguntaba «¿qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?». Y tú, ¿te preguntas cada día qué quiere Dios de ti?

Leví (Mateo) era un cobrador de impuestos y un pecador público, un publicano, es decir, un judío puesto al servicio de Roma para extorsionar a su pueblo y ganar dinero usando de la estafa y la usura, prohibida por la Ley. Jesús lo mira lleno de ternura y con su amor lo dignifica. Jesús pone en él su confianza y lo hace un discípulo suyo. Mateo «se levantó», quizás porque Jesús lo sacó de aquella vida arrastrada. Un hombre en pié es alguien con dignidad, o al menos con orgullo. Mateo se alegra de saber que alguien puede amarle a pesar de todo. Así es Jesús y así hemos de ser también nosotros. Aquel feliz encuentro acaba en fiesta, en cena. La comida implica compartir la vida. Nadie sienta a su mesa a alguien con quien no comparte absolutamente nada o a quien desprecia. Mateo y Jesús cenan juntos y, con ellos, los discípulos de Jesús y un buen grupo de pecadores acusados por la ortodoxia judía (fariseos). Los buenos oficiales no entran a cenar con pecadores públicos, sino que se quedan fuera criticando. Dios sí que comparte y prepara su mesa para los pecadores. Jesús viene a curar a los enfermos, no a los sanos, por eso busca a todos los excluidos sociales, también a los pecadores públicos. ¿Y tú, eres de los que entras a cenar con pecadores o te quedas fuera criticando? A los cristianos nos falta con frecuencia abrazar el mundo con sus luces y sus sombras, con su dolor y su pecado, con la misma ternura que lo abrazaba Jesús. ¿Y en tu vida, sobran sentencias y falta misericordia? Pide perdón por tus condenas y críticas. Da gracias porque Jesús nos ama siempre, a pesar de nuestro pecado.

Señor, tú miraste con amor a Mateo y le llamaste.
Era un recaudador, un pecador, un indeseable...
pero su corazón buscaba una vida más auténtica
y te siguió con decisión, cuando pronunciaste su nombre.

Señor, también a mí me miras con amor y me llamas.
Reconozco que no lo merezco, que soy poca cosa,
Sé que sólo tú puedes darme la felicidad que deseo.
Por eso, quiero seguirte siempre y del todo.

Señor, ayúdame a mirar con amor al que se siente sólo,
al que no cuenta, al que cree que no sirve para nada.
Ayúdame a despertar el deseo de felicidad de cada persona
y a mostrarles que Tú eres la fuente de la Vida. Amén

Jesús está cerca de los enfermos, de los marginados, de las mujeres de los niños. Para eso ha venido.

Si me llamas,
te seguiré sin dudar
aunque el camino sea desconocido y duro.

Si me hablas,
callaré y creeré en Ti
aunque tu voz destroce mis planes y sueños.

Si quieres podarme,
me dejaré podar
aunque mi savia se desparrame en tierra sin nombre.

Si me acrisolas al fuego,
me dejaré purificar
aunque pulverices mis deseos y posesiones.

Si me invitas,
entraré en tu casa y en tu corazón
aunque sea pobre y mendigo.

Si me quieres contigo,
iré a donde quieras,
aunque no me gusten leyes y obediencias.

Y si me miras con amor,
intentaré acoger tus anhelos
aunque los mimbres de mi ser no sirvan para ello.

Florentino Ulibarri


4. Termino la oración   
Doy gracias a Dios por su compañía, por sus enseñanzas, por su fuerza...
     Le pido que me ayude a vivir de acuerdo con el Evangelio
     Me despido rezando el Padre Nuestro u otra oración espontánea o ya hecha.